Laura Gutman, terapeuta y autora argentina, experta en crianza y
maternidad sostiene que “El desamparo de
los niños y niñas se hace socialmente visible,
unos años después, en la edad de la adolescencia”. Esto tal vez explique por
qué muchas personas adultas al escuchar la palabra adolescencia, casi
invariablemente respondan con un comentario o un gesto que refleja la proximidad
de un panorama complicado, crítico y desalentador.
Aunque a la adolescencia se le atribuye toda suerte de connotaciones
negativas y difíciles de sobrellevar, la realidad es que, no es en sí misma una
edad que deba traer más problemas que otras edades. Son las circunstancias en
que las necesidades de abrazo, contacto, mirada, calor, conexión, atención,
durante la infancia fueron o no cubiertas, las que luego devienen en problemas
(muchas veces graves) durante la adolescencia.
La pérdida causada por el desamparo experimentado durante los primeros
años de vida, brota en toda su dimensión cuando el niño o la niña van ganando
el tamaño físico y la autonomía suficiente para rebelarse y manifestarlo. Es por eso que resulta de vital importancia,
si queremos construir un mundo más amable, menos violento, más sano y armónico,
atender oportunamente las necesidades desde que están en el vientre materno y
en sus primeros años de vida, para que luego se realicen como adolescentes
sanos y sanas, capaces de erigirse sobre sus propias virtudes.
La adolescencia por tanto no
debería considerarse como un problema y debería ser apreciada y valorada como
un período más dentro del proceso evolutivo que, sea dicho de paso, todas las adultas
y los adultos han experimentado y
atravesado en algún momento de sus vidas, pero que al parecer se relega. La adolescencia según algunos expertos, se
inicia aproximadamente a la edad de doce (12) años y se prolonga hasta la
llegada de la adultez (aproximadamente a los dieciocho (18) ó veintidós (22)
años). Consecuentemente, hablamos de un
período de cambios físicos, biológicos, psicológicos que marca la transición de
la niñez a la adultez, lo cual muchas
veces confunde al mismo adolescente quien no sabe cómo expresar lo que le pasa
y que a veces es la razón que explica el porqué las y los jóvenes opten por
conductas o actitudes que constituyen motivo de queja por parte de sus padres,
madres y familiares.
La adolescencia es una edad donde las hormonas surgen y con ello los y las jóvenes buscan las primeras experiencias sexuales, lo cual no
es negativo, ni positivo “es normal”.
Sin embargo, él y la adolescente producto de una educación sexual improcedente
e inconveniente, suele iniciarse en una vida sexual sin tomar las previsiones precisas
para evitar consecuencias no deseadas,
como es el embarazo adolescentes entre
otros.
Recibir la atención, conexión, buen trato, la escucha activa, el amor,
respeto claras normas de convivencia sana, durante la infancia, puede
traducirse al no contacto con el tabaco y otras
drogas ampliamente distribuidas en nuestro medio social, con frecuencia hasta
bien vistas y aceptadas, como es el caso del alcohol. A todo este escenario se suma la llegada de
las fiestas y salidas nocturnas en un
país como Venezuela donde los índices de criminalidad encabezan las cifras del
ranking internacional.
Aun y en situaciones adversar debemos
ser personas resilientes aquellas que poseen y desarrollan habilidades
para surgir de la adversidad, adaptarse,
recuperarse y acceder a una vida significativa, productiva y feliz.
El mayor valor
de la vida no es lo que consigues. El mayor valor de la vida es en lo que te
conviertes. Jim Rohn.
Equipo PYDE
Fuente Bibliográfica:
Berna Iskandar. La crianza de
nuestros niños, niñas y adolescentes, como realizarla sin violencia.
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